martes, 4 de septiembre de 2012

LORENZO MORALES, JUGLAR CELESTIAL


Fueron diversos los actos en la celebración del primer año de la muerte del juglar Lorenzo Miguel Morales Herrera, nacido en Guacoche, pueblo pequeño como su estatura, pero que tuvo el talante y talento necesario para convertirse en un grande de la música vallenata.


Moralito, como fue conocido, se pasó parte de su vida montado en un burro y acompañado de su acordeón, esa que le moldeaba su voz para que diera a conocer sus mensajes cantados, especialmente dirigidos a las mujeres a las que nunca dejó de elogiarlas porque muy bien lo dijo: “Las mujeres son la vitamina de la vida”.
A pesar de su larga vida, falleció a los 97 años, nunca dejó de exaltar las hazañas musicales, una de ellas al lado de su compadre Emiliano Zuleta Baquero, quien lo inmortalizó con la canción ‘La gota fría’, que es el vallenato más conocido en el mundo.
Precisamente el maestro Lorenzo Morales hizo alusión a la mencionada canción diciendo: “Al que le van a dar le guardan y mi compadre Emiliano se quiso salir con las suyas, pero al final yo salí ganancioso, aunque con el bolsillo pelao. Nunca peleamos, fuimos excelentes amigos y compañeros de parranda. Si analizan bien la canción ‘La gota fría’, parece que fuera de mi autoría y hasta muchos todavía me preguntan eso porque en todo el trayecto de la letra aparece es 'Moralito' como el inspirador. En fin esas son jocosidades de las canciones y en este caso soy solamente el protagonista, porque de ella no obtuve ni un peso porque mi compadre Emiliano no es que fuera tacaño, sino olvidadizo”.
Moralito, en sus últimos días se la pasaba sentado en una silla de ruedas desde donde contaba cualquier cantidad de veces la historia de su vida que adornaba con una leve sonrisa, además solía expresar: “Ya estoy ni los carros viejos, que no quieren echar ni pa’ lante, ni pa’ tras, y también se me está acabando la gasolina”.
Con esta clara aseveración enseguida pidió a sus familiares que al despedirse de la vida no lloraran, ni se vistieran de luto y que eso sí, escucharan sus canciones, tocaran palmas y bebieran mucho ron. Su señora Ana Romero, sus hijos, nietos y bisnietos no le cumplieron en su totalidad su voluntad.
De todas maneras eran las instrucciones de un juglar, cuya principal plataforma de lanzamiento fueron las largas parrandas donde surgieron la mayoría de sus canciones y los encuentros con eternos amigos. Moralito fue un parrandero de burro, acordeón, abarca, mujer y ron.

Hoy Morales hace parte del ramillete de cantores y músicos que acompañan el coro celestial, pero sin ron, ni mujeres.

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